Dianne Reeves
Teatro Isabel la Católica. Jueves, 17 de noviembre. Lleno.
Dianne Reeves, voz
Peter Martin, piano
Reuben Rogers, bajo
Greg Hutchinson, batería
Rafael Marfil textoJavier Ruiz fotografíaYa era hora de poner voz al Festival Internacional de Jazz. No hay que olvidar que las vocalistas tienen su público, que es una combinación entre aficionados a la buena música y románticos empedernidos.
Triunfó Dianne Reeves en Granada una vez más.
Sincera, con una encantadora negrura y magníficamente acompañada por el trío de Peter Martin, pianista que vive una contagiosa emoción por la música, y que es responsable del buen gusto en la selección y resultado de cada tema.
Una cantante de jazz ha de ser dulce y ruda a la vez. Sensible, pero capaz de tomar las riendas melódicas de la orquesta. Marcaron ese canon las grandes, como Billie Holiday y Ella Fitzgerald, también Sarah Vauhgan, a quien se compara con Reeves, quizá por la similitud en timbre de voz. Con esos tres nombres sucede igual que con Charlie Parker y todos los saxos altos que le siguieron. Es inevitable comparar, deporte de moda para los críticos. Y puestos a buscar elementos comunes, Reeves cuenta con esa necesaria imperfección que tuvieron las mejores cantantes de la historia del jazz. Tras un magnífico inicio del trío formado por Martin, Reuben Rogers y Grez Hutchinson, nuestra cantante apareció sin grandes artificios, con una sonrisa sincera y situándose dentro del perímetro físico que marcaron sus compañeros. No abandonó esa ubicación para buscar lucimientos fotográficos, y esa ausencia de vanidad se agradece en una diva. Porque
Dianne Reeves ha demostrado que es una reina desde sus primeros graves. Buen ejemplo ha sido su manera de concebir las composiciones
Triste y
Once I Loved de Jobim, el compositor mil veces versionado. El auditorio, que finalmente se puso en pie con admiración, no ha encontrado una voz absolutamente limpia, sino la elegancia y negrura necesaria para disfrutar de una buena comunicación durante toda la noche. Como ejemplo, la magnífica ejecución de improvisados comentarios sobre Granada, juntando música y palabra como en un fandango, pero con blues.
En el jazz, la voz debe tener recursos para improvisar y desarrollar un tema, siendo capaz de aterciopelar una balada sin perder el swing. Dicho todo esto, es comprensible que sean pocas cantantes las que hacen historia. Hay mucha competencia, con nombres Madeleine Peyroux o Diana Krall. En los últimos años, se ha disparado el número de voces femeninas, pero eso no debe impresionar a nadie. Nora Jones, que comparte productor con Diane Reeves, es calificada como cantante de jazz por algunas publicaciones, para mayor quebranto en el ánimo de los puristas, que no perdonan una. Comprendamos que ser vocalista de jazz viste mucho en un cartel publicitario, pero la cantante del Festival de Granada este año merece ese calificativo.
En España suenan las voces de Ester Andújar y nuestra Celia Mur. Y tantos son los árboles que casi no dejan ver el bosque. Estamos en el apogeo de una moda. Y en ese complejo panorama, Dianne Reeves es creíble, como demuestra con sus cantos cercanos a la madre África, su desarrollo espiritual de cualquier blues, el homenaje a Nueva Orleáns y su propio tema Mista, situado en lo que siempre hemos llamado fusión.
Su expresión sincera y un desarrollo musical que tiene contenido es la frontera entre el jazz y la canción melódica. Un límite que nos ayuda a deshacernos de los triunfitos y de los coros de rock al hablar, con mayúsculas, de cantantes de jazz. Reeves ha practicado el mestizaje creativo, con experiencias en pop y cine. Y eso le ha dado a su estilo una claridad que se agradece. No cabe duda de que es auténtica, pero su reinado es propio de los tiempos. Y
recordemos, por si alguien desmerece la voz como instrumento, que si calla el cantor, calla la vida.
Magnífico una vez más. Pero no comparto tu oopinión en "Reeves cuenta con esa necesaria imperfección que tuvieron las mejores cantantes de la historia del jazz", no tanto respecto a la voz de Reeves (que también podría ser discutible) sino en cuanto a las grandes voces del jazz, Ella Fizgerald o Sarah Vaughan que tu mismo propones en esa categoría.
publicado por Anónimo | 11/17/2006 9:59 a. m.
La voz de esas grandes, no era limpia. Se forzaba un poco, aunque supieron aprovechar todos sus recursos. Salvando todas las distancias, recuerdo el efecto de Camarón. Su voz no era profunda, sino ronca, y fue el mejor de su tiempo. Me parece, Balhisay, que he tocado la fibra sensible. En fin. Hagamos una comparativa en el programa El Cantor de Jazz. Así todos lo escuchamos y lo valoramos. El recuerdo sus timbres puede ser engañoso ...
publicado por Anónimo | 11/17/2006 11:34 a. m.
¿La voz de Ella Fitzgerald no era limpia? Pues nada más que te des una escucha por ejemplo al Porgy And Bess. La voz de Camarón era ronca porque era una voz enferma, simplemente. No era porque la forzara ni nada de eso. Tenía más nódulos que un profesor de instituto. Pero eso te lo explicará mejor cualquier vocalista.
publicado por Anónimo | 11/17/2006 1:23 p. m.
Sobre la imperfección en el jazz. Música que no surgió para respetar los cánones clásicos, y que no responde a esos criterios de "perfección armónica". El soplido de Coleman Hawkins está prohibido en estudio clásico de saxofón, inflar los carrillos como Gillespie idem para la trompeta, cantar forzando la garganta también. Es una reflexión general que se aplica correctamente, desde mi punto de vista, a la imperfección de las cantantes de jazz. Déjalo como una licencia literaria, si quieres, para traladar una impresión personal. Quizá no lo he explicado suficientemente o sólo sea que es algo demasiado subjetivo. Inviértelo para entenderlo: los cantantes de ópera tienen esa "desagradable perfección". Las de jazz, esa "agradable imperfección". El periodismo es ficción, no lo olvides. Y el periodismo de opinión es pura literatura. No se trata de narrar los hechos, sino de contar mi sensación e impresiones. El lenguaje sirve bien poco para comunicar las cosas importantes de la vida.
publicado por Anónimo | 11/17/2006 2:11 p. m.
Ya se que se trata de una licencia literaria de las que con tanta elegancia dejas en tus artículos pero es algo que para quien no sabe mucho del tema le puede inducir a error.
Pelillos a la mar.
publicado por Anónimo | 11/17/2006 2:30 p. m.
Nada, queda pendiente un repaso pedagógico por las voces en el programa. Habrás hecho mil, pero uno más. Así algunos recordarmos ...
publicado por Anónimo | 11/18/2006 6:01 p. m.