JOAO BOSCO Y GONZALO RUBALCABA GROUPJoâo Bosco: Voz y guitarra acústica
Gonzalo Rubalcaba: piano
Ney Conciçao: bajo
Kilo Freitas: Batería
Nelson Faria: Guitarra
Teatro Isabel la Católica. Sábado, 4 de noviembre de 2006Rafael MarfilLos mestizajes, mezclas y tándems internacionales son tan arriesgados como habituales en el jazz. Brasil y Cuba nunca dialogaron mucho, quizá porque se parecen demasiado en su esencia. El uno, creando una música inconfundible; la otra, alimentando su propia cultura mientras hacía la revolución. Y todos esos encuentros y desencuentros se plasmaron en el segundo concierto del Festival. Rubalcaba, que hace lo que quiere técnicamente, no supo en ocasiones cómo dialogar con las complejas armonías brasileñas. Así, contestaba a los dulces cantos de Joao Bosco con inicios de blues, con esquemas cubanos o con acordes muy personales, que sólo pasados varios compases cogían norte en el desarrollo del tema principal.
No quiere eso decir que no valiera la pena el concierto. Sabemos que los cubanos nunca han hablado portugués, y también que en su jazz tienden a emocionarse, a correr y a gozar de la velocidad más que los trovadores brasileños, que buscan la emoción de un inesperado intervalo para finalizar el estribillo. No obstante, esa dificultad fue salvada con dignidad por todos los músicos. Pero no nos engañemos: mandaba la banda brasileña.
Los temas, desde Aguas de Março hasta la Nana de Leo Brower, eran realmente emocionantes. La guitarra española de Joao y sus juegos de voz, transportaron a aquellas latitudes a los amantes de la música brasileña. La guitarra eléctrica de Faria demostró oficio, buen gusto y prudencia. Más discreto aún estuvo el bajo acústico. Se agradecieron los estándar, incluso con aplausos en los más populares.
En general, todos hubieran necesitado más compases para desarrollar solos. Más libertad. Pero se sabe que la música brasileña tiene ese dulce exceso de personalidad, y es más canción que jazz.
Lo grande llegó con las interpretaciones de Rubalcaba en solitario. Lo suyo es el blues cubano, por inventar términos. Aún es joven, y su virtuosismo técnico impresiona, aunque busca momentos oscuros como nadie en sus desarrollos, que finalmente soluciona con verdadera originalidad. Fue de España a Cuba, pasando por Chicago, en una exhibición de registros. Igual de grande, y en el límite de lo inolvidable, la batería y percusión de Kilo Freitas. Con un todo en uno,
pocas veces en el Festival de Jazz algún batería ha hecho tanta música y ha demostrado tanto acierto. Tenía siempre la solución justa y, lo que es más difícil, emocionaba. Si me dicen que es el líder de la banda brasileña, me lo creo. Propongo que se quede para el resto de Festival. Nunca se sabe.