Ahmad Jamal TríoAhmad Jamal: piano
Idrid Muhammad: Batería
James Cammack: Contrabajo
Teatro Isabel la Católica. Primer concierto del programa centralViernes 3 de noviembreRafael MarfilAhmad Jamal es un hoy un clásico. Le ha dado tiempo a todo. A participar en la época de las grandes orquestas, convertir el trío con piano en una formación estándar aceptada. Incluso a componer para cine. Tienes ocasión de todo eso si naces en Pittsburg en 1930, te codeas con los grandes y luego quedas en esa soledad que vivieron algunos de la vieja escuela durante los años 70. Lo mejor quizá sea haber competido con Duke Ellintong en la venta de discos. Después de todo ese devenir, ha llegado a la sabiduría. Nadie mejor que su trío, con James Cammack e Idris Muhammad, para inaugurar el Festival Internacional de Jazz de Granada. Los inicios marcan, casi por superstición, el devenir del Festival. Un sinsabor en el primer encuentro deja a algunos marcados anímicamente.
Jamal, nombre islámico del pianista norteamericano, es hoy uno de los grandes, pero nunca llegó al caché de los maestros que encontramos en enciclopedias, como Oscar Peterson, ni a las innovadoras aportaciones de Monk. Es un superviviente de aquella época dorada. Y el aroma de esa época que aún trae al escenario se le agradece. No está preocupado por exhibiciones técnicas, ya que esa necesidad de florituras se pasa con la edad. Lo importante es la expresión de sentimientos. Por esa razón
demuestra una sensibilidad incomparable al sugerir melodías. Jugaba con las teclas, durante la primera noche de conciertos, en un juego de emociones. A veces pellizcándolas, como si tocara un arpa. Retirando rápido la mano derecha, para dejar claro que ese juego era totalmente serio, y le iba mucha emoción en ello.
No podía tener mejores compañeros de viaje, con un acompañamiento sobrio y sereno de bajo y batería. Jamal fue buscando esas notas y parece que las encontró. Su as en la manga era el uso del tiempo, ese factor tan importante en cualquier género musical. Los grandes, y esa es su seña de identidad, ofrecen claridad donde los demás sólo intuyen sombras. Es algo que se nota, sobre todo, en los pianistas. Algunos acordes emocionaban por la enorme luz que podían arrojar sobre el desarrollo. La buena música siempre es didáctica. Sin embargo, nada de excesiva dulzura. Aunque suave en los temas principales, conocimos también un Jamal enérgico en las búsquedas, aporreando durante segundos hasta conseguir lo buscado.
Pasamos del sonido que le hizo grande a algunos pasajes más modernos, realmente cinematográficos. El recorrido por las teclas del piano fue, en realidad, un recorrido por su vida. Eso es la música.