Marc Copland Trío con Tim Hagans
Teatro Isabel la Católica. Jueves 9 de noviembre. Lleno
En colaboración con Cuadernos de Jazz
Marc Copland, piano
Tim Hagans, trompeta
Drew Gress, contrabajo
Jochen Rueckert, batería
Rafael Marfil textoJavier Ruiz fotografía
En los festivales de jazz reconozco que, algunas veces, la noche me confunde.
La cuarta sesión ha sido un tanto agridulce, aunque merecedora de asistencia y aplausos por parte del público. Por una parte, el trompetista Tim Hagans ha destacado sobre el trío al que acompañaba. Por otra, el pianista Marc Copland ha mantenido una excesiva obsesión por ensombrecer las posibilidades discursivas de muchos de los temas, en un repertorio en el que las baladas han brillado con una luz especial, como la titulada Espartaco.
Copland, que era saxofonista, volvió a los escenarios tras un tiempo desaparecido en combate.
Hizo algo que han pensado casi todos los instrumentistas de viento en alguna ocasión, como es multiplicar las posibilidades musicales al pasarse al piano. Es una necesidad de armonía, de trabajar con acordes, más allá de los desarrollos que permiten los instrumentos de una sola voz. Normalmente, quien siente esa necesidad aprende algo de acompañamiento, pero es raro que se convierta en un verdadero pianista. El propio Charlie Parker soñaba con trabajar como director de una orquesta sinfónica.
Quizá ese completo proceso de formación le permite hoy utilizar recursos armónicos, aunque se echa de menos un poco más de luz y menos introspección en directo, ya que él mejor que nadie debería comprender al instrumento solista al que acompaña, como es en este caso la trompeta y lo ha sido en otras ocasiones el saxo de Joe Lovano o Greg Osby. Mi protesta hacia un pianista llega cuando acompaña de la misma forma que desarrolla un solo.
El inicio del concierto, basado en la sugerencia de unos compases estándar en el estribillo, generó interés y expectación. Sin embargo, en los siguientes temas, se sucedieron ideas y emociones muy diversas. Desde alguna balada que rescata en cuatro notas la esencia realmente bella de la música hasta unos tratamientos de repetición de esquemas y búsquedas moderadas de disonancias. Muchas de esas composiciones, grabadas recientemente por esta formación en el disco Beautiful Lily
El trompetista Tim Hagans venía avalado por buenos comentarios en la crítica estadounidense de los últimos años, y su fraseo ha sido quizá lo mejor del concierto. Con poca potencia en los armónicos y sobreagudos, se agradece el magnífico registro medio y su manera de hacer susurrar la sordina. Decir que está influido por Miles Davis no sé si es una obviedad. ¿Qué trompetista no lo está hoy día?. Algún buen momento dio también el contrabajista Drew Gress, acompañado por un discretísimo Jochen Rueckert a la batería.
En el panorama actual no se manejan una decena de nombres, sino cientos, y no sabe uno lo que puede deparar una noche así de festival.
Momentos de belleza combinados con una excesiva visión intelectual. No ha sido un mal concierto, pero quizá les ha faltado un poco de “salero”. Al final, un bis que discurrió con más pena que gloria. Hubo espacio para un mensaje sentido y humano del líder del grupo. A su término, como decía el tango, el músculo duerme, la ambición descansa.