JOE LOVANO NONETTeatro Isabel la Católica. Sábado 18 de noviembre. Lleno.
Joe Lovano, saxofón tenor
Ralph Lalama, saxofón tenor
Steve Slagle, saxofón alto
Gary Smulyen, saxofón barítono
Barry Ries, trompeta
Larry Farrell, trombón
James Weidman, piano
Dennis Irwin, contrabajo
Otis Brown lll, bateríaRafael Marfil textoJavier Ruiz fotografíaLo mejor ha quedado para el final, como no podía ser de otra manera.
El cierre del Festival Internacional de Granada ha sido contundente. Su autenticidad ha llenado de satisfacción a los aficionados de toda la vida. El “noneto” del saxofonista Joe Lovano presentaba el último trabajo con Blue Note titulado Streams of Expresión. El contenido de este disco ha conformado gran parte de los temas interpretados. Un sentido viaje por la historia del jazz, en clave de jam session magistral. Uno de esos conciertos que podrían haber durado horas y horas, aunque ya en Granada se perdió hace años la costumbre de pedir más de un bis. Una timidez incomprensible. En el jazz siempre asusta que una gran figura cierre el Festival presentando un nuevo trabajo discográfico. El riesgo de que los divos, que van muy por delante de su propia afición, nos lleven a sufrir una experiencia musical nueva o extraña, convirtiendo al público de los festivales en las primeras víctimas de un posible fracaso. Por suerte, en Granada ha sucedido justo lo contrario.
Lovano es uno de los grandes, sin entrar en absurdas comparaciones con los saxofones tenores del momento. Sin embargo, no se rodea de artistas de una inferior calidad para lucir más. Los músicos con los que cuenta en esta gira le siguen muy de cerca, desde el afamado trombonista Larry Farell, al que le interesa más decir cosas que acelerarse mucho en el bop, hasta la propia cuerda de saxofones compuesta por Ralph Lalama, Steve Slagle y Gary Smulyen, este último portando el siempre impresionante barítono, y desarrollando solos de pie en el centro del escenario, a lo Gerry Mulligan. Con una sección rítmica rozando la perfección y un pianista, James Weidman, que es incapaz de tocar algo que no sea bello, hemos disfrutado de una pequeña big band, si se admite la contradicción del término. Esta gran fiesta del jazz ha supuesto en sí misma un recorrido por momentos claves en la historia de la música improvisada norteamericana, desde el sonido clásico de las grandes orquestas hasta el misticismo y la elevación del mejor John Coltrane.
El lenguaje de cada épocaEl valor de estos músicos no es ya hacer lo que quieren con sus instrumentos, sino su capacidad para adaptarse al discurso propio de cada estilo. El trombón de Farell sonó con la suavidad requerida en
Good bait, de Tadd Dameron, compositor en la edad de oro de las orquestas, al que le debemos también el inolvidable
Whatever Possessed Me de los bises, última canción que ha sonado en el programa central del Festival.
Lovano, por su parte, ha brillado en cada uno de los temas. Fraseo perfecto y respeto a los cánones, pero aportando su personalidad. Ha jugado con arpegios y armónicos, haciendo música sin olvidar la melodía principal que desarrollaba. Ha sido así tanto en sus propias composiciones, como
Cool o
Blue Sketches, como al aportar una magnífica visión de lo que fue el lenguaje de Miles Davis en
Boplicity y el estilo de Coltrane en
After the rain. Impresiona pensar cómo cada instrumento ha manejado perfectamente el lenguaje propio de cada tema. A eso se une el buen gusto en la armonía de una formación muy saxofónica, con arreglos para flauta y clarinete que, en algunos momentos, recordaban aquellas orquestaciones de los años 70.
La suma de cada individualidad ha convertido el concierto en un ciclón. En la sombra, el trabajo del arreglador y musicólogo Gunther Schuller.
Hemos aprendido historia, repasando el idioma de cada época. La sombra de Parker, Davis o Coltrane planeaba sobre los solistas.
Lovano nos ha recordado quién es él y qué es el jazz. Sus músicos han participado magistralmente en una jam session histórica. Una verdadera fiesta. Era el último encuentro del Festival con su público. Quedan algunas actividades paralelas, como conciertos en diferentes salas y el curso de jazz de La Zubia. También queda el recuerdo de grandes momentos del Festival, del que haremos balance.
Que no haya tristeza, porque siempre queda la música.